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La sala me da ahora nuevamente la palabra por segunda y última vez en este juicio. Y si algo debo agradecer al tribunal es precisamente el hecho de haberme dado voz después de tanto tiempo privado de ella. Hablar y escuchar es la base de cualquier entendimiento. Si me permiten una anécdota personal, en el Liceo italiano, donde estudiaba, mis compañeros y yo, como todos los estudiantes italianos aprendimos prácticamente de memoria el primer soneto del Canzoniere de Petrarca cuyos primeros versos dicen más o menos así: ” A ustedes que escuchan en rimas dispersas el sonido de mis palabras.”

Aquella es la primera vez que un autor conocido y en lengua vulgar se dirige directamente a sus lectores y a aquellos que escucharán la lectura de sus poemas. Es una apelación directa que nace de la conciencia de que de poco serviría hablar o escribir si nadie escuchara o leyera. Con este mismo espíritu, con estas últimas palabras, intento dirigirme a todos ustedes y a todos aquellos que quieran escuchar.

Yo soy fundamentalmente padre de familia y profesor. Mi dedicación a la política ha sido tardía y ha nacido, como mi vocación docente, de la voluntat de servicio, de la voluntad de ser útil, de la voluntad de intentar construir un mundo más justo, más libre, … un mundo mejor. Es dificil precisar cuando adquirimos de manera plenamente conciente nuestras convicciones políticas. En este caso, mis convicciones democráticas, cívicas, pacíficas y republicanas. O incluso mis convicciones cristianas. Pero son convicciones que tengo y que mantengo. Y que comparto con todos aquellos que creen que votar o que defender la república desde un Parlamento no puede constituir delito. La voluntad de diálogo, de negociación y acuerdo, desde el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales jamás debería ser delito.

Todos mis libros, artículos, discursos, acciones, demuestran el compromiso irrenunciable con la bondad y con el respeto a la dignidad humana. Todos aquellos que me conocen, incluyendo evidentemente, a la acusaciones presentes en este juicio seguro que son perfectamente concientes de ello. Cualquier politico, como cualquier persona, comete errores. Pero siempre he evitado esa política, esa mala politica que niega el dialogo, la negociación y el acuerdo. Y que, entiendo, les ha traspasado a ustedes la responsabilidad de dictar sentencia.

Creo sinceramente que lo mejor para todos, para Cataluña, para España, para Europa, para todos, sería devolver la cuestión al terreno de la política, de la buena política, de donde nunca deberia haber salido. Devolver el asunto al terreno del diálogo, de la negociación y el acuerdo.

Mientras tanto mi trabajo debe ser contribuir siempre, a través también del juicio de las urnas, a promover la democràcia, la convivència y el bien comun.

Muchas gracias por su atención.

 

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